Hablar de adivinación en la sociedad moderna puede parecer fuera de lugar. Y normalmente, cuando pensamos en adivinos, la imagen que nos viene a la mente es, por ejemplo, la de los videntes televisivos. Nadie, sin embargo, se negaría a aceptar que una parte importante de los asesores de cualquier gobierno –y me refiero a economistas, politólogos y al colectivo al completo de especialistas en todos los campos que opinan sobre las medidas a implementar– lo que hace, fundamentalmente, son predicciones de futuro (aunque se apoyen en herramientas muy diferentes a las de Tiresias). Pensemos, por último, en el mayor de los adivinos, Albert Einstein, cuyas las predicciones científicas muestran todavía hoy una capacidad extraordinaria de penetración de la verdad absoluta (que antes hemos atribuido a los dioses).
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