Una de les fosses comunes descobertes a Estèpar (província de Burgos) datada l'agost-setembre del 1936, a l'inici de la guerra civil espanyola. La fossa conté vint-i-sis republicans assasinats pels nacionalistes. Fotografia de Mario Modesto Mata (link)
Un text sobre la memòria històrica
La fosa, de Pedro Carrasco Garijo

No són freqüents els textos que tracten sobre la memòria històrica de la Guerra Civil. I és, a més a més, difícil que arribin als escenaris perquè, entre els productors, hi ha el prejudici que "la memòria històrica no interessa"... És per això que hem volgut donar veu a Pedro Carrasco Garijo, i ressenyar La Fosa (Ed. Maluma), que posa en escena a cinc personatges –un metge, una adolescent, un pagès, una serventa i un home jove sense ofici ni benefici– que acaben de ser afusellats i es troben amuntegats en una fossa. Un text de factura clàssica, de diàlegs realistes, que se sitúa per damunt dels fets menuts de la guerra d'Espanya i s'interroga sobre l'ésser humà... la condició humana.

SINOPSI

Què tenen en comú les cinc persones que protagonitzen l'obra? Una fossa. Un espai subterrani on cauen afusellats la fatídica nit. Un metge, un pagès, el fill d'una mestra sense ofici aparent, i dues serventes, una d'elles adolescent. Els cinc tornaran a «reviure» en aquest lloc on no es poden moure. Cadascú aporta diferents realitats portades de la seva anterior vida. Tots necessiten imperiosament resoldre l'última pregunta que ningú va respondre, la que sorgeix davant de l'escamot d'afusellament: Per què? Al llarg de l'obra els nostres cinc protagonistes revelaran trossos de la seva anterior vida buscant desesperadament una resposta ..., d'haver-la. Però en la seva recerca també apareix bruscament, com els trets que els van portar aquí, la condició humana, protagonista indiscutible.

Com sorgeix aquesta obra?

Pedro Carrasco Garijo: "Acabava d'escriure la meva última novel·la, El ruido del arcoiris, i m'havia sortit una novel·la carregada de diàlegs. La història gira a l'entorn d'un conflicte mental a cavall entre allò que és sa i allò que és patològic. I no em va sortir, com en novel·les anteriors, amb el narrador omniscient que et porta a través de la història, sinó que els diàlegs van acabar convertint-se en protagonistes."

"La sensació que em queda després d'haver escrit aquesta novel·la és especial. M'adono que els diàlegs són una forma peculiar per a explicar el que vols. I és des d'aquí que faig el salt cap a l'obra teatral, amb una certa por –perquè les diferències entre la novel·la i el teatre són importants–, i començo a imaginar una història que tracti de la condició humana." 

"No tenia clar l'escenari principal on el tema de la condició humana podria quedar perfectament clar. En un viatge amb avió, vaig comprar a l'aeroport Yerma, de Lorca. I, fascinat per aquest text, em va venir a la memòria el seu final. Una fossa on s'amunteguen els cadàvers dels afusellats. És el millor espai per a parlar de la condició humana. La fosa, un lloc on no hi ha cabuda per a res, on la vida és impossible. De manera que cap personatge pot escapolir-se de la seva pròpia condició. Queden allà completament nus davant l'anàlisi del lector o de l'espectador."

Lo humano, territorio de misterio
por Esther Peñas

«Cuanto más se abren ante mí las tinieblas del fascismo, más claro veo que lo humano es indestructible y que continúa viviendo en el hombre, incluso al borde de la fosa sangrienta, incluso en la puerta de las cámaras de gas». Estas palabras del escritor y periodista soviético Vasili Grossman (autor de esa catedral literaria llamada Vida y destino) podrían resumir alegóricamente el asunto de esta obra de teatro de Pedro Carrasco. Cambiemos, con delicadeza, fascismo por totalitarismo y se enfundaría el pensamiento de un modo más orgánico a esta historia en dos actos con transcurso de tiempo radical. 

De lo humano trata La fosa, más que de cualquier otro asunto. Es cierto que el contexto es insoslayable, la Guerra Civil Española, pero más allá de bandos (y en ningún momento se hace explícito cuál de ellos mató a quién), lo humano. Porque las ideologías son abstracciones que requieren de lo corpóreo para mostrar sus fauces. Las ideologías no asesinan. Asesinan los hombres. Solo escribirlo sobrecoge. Pero hay que insistirlo. Lo humano es un territorio de misterio, capaz de lo sublime y de lo abyecto. Orografía en la que se mezclan las bondades, las virtudes, los gestos luminosos, pero también las rencillas, las mezquindades, la envidia (peor, el rechazo a la excelencia en el decir de Umbral). 

Pedro Carrasco coloca el candil allí donde lo humano. De ahí que en estos cinco personajes (don Álvaro, Rosita, Carmen, Arturo y Benito), si uno es honesto, se nos enredará el afecto. No se trata de justificar los actos, se trata de comprender las razones, por más insidiosas y bajas que resulten. Nada de lo humano nos es ajeno. No hay superioridad moral, hay tragedias. Como la de La fosa. Una fosa es aquel lugar en el que reciben tierra los cadáveres que, por distintas razones, carecen de sepultura propia. Aquellos que quedan privados tras su muerte de identidad alguna. Por tanto, de memoria. Cinco personajes que se reivindican en su inocencia y muestran una ira que ya no los coloca del lado de la vida. 

Hay rabia, impotencia, sed de verdad… a medias. Hay lo humano. Lo humano contado desde el teatro, género en el que cada personaje se defiende y se significa, sin narrador haciendo observaciones, anticipándose, conduciendo al lector. Que Pedro escoja la dramaturgia es, de entrada, algo insólito. Si de por sí se lee poco (y de lo poco, tanto equivocado), leer teatro es un acto de resistencia extrema. Escribirlo, una temeridad. Pero aquí está la recompensa no solo a la energía depositada en el texto, sino a la capacidad de pespuntar una obra con esmero, con la belleza de las cosas bien hechas. 

Quizás su lectura nos permita, al contrario de lo que le sucede a Rosita, darnos cuenta de ciertas cosas antes de que sean irreparables; recordar que solo dos palabras de La  fosa bastan para definir la guerra: chivatería y cobardía, como apunta don Álvaro; que conviene no perder de vista de dónde venimos, siguiendo el ejemplo de Benito; que hasta los muertos pueden estar alegres, al apunte de Arturo o que no siempre para escuchar uno dispone de todo el tiempo del mundo, frente a lo que le sucede a Carmen. 

No se trata de vivir a toda costa, me parece, sino de vivir del lado de la dignidad.

(Pròleg a La Fosa.)

La fosa (fragment)

Don Álvaro. Médico, 60 años
Rosita. Adolescente, 16 años 
Arturo. Labrador, 25 años 
Carmen. Sirvienta, 35 años 
Benito. Sin profesión, 22 años

Antes de subir el telón sonará una descarga de fusilería y después cinco disparos de gracia. Todo a oscuras. Terminado esto, subirá el telón y los cinco personajes estarán envueltos como en polvo o algo que lo simule (atmósfera polvorienta). Sus ropas estarán igual de polvorientas, y nada más subir el telón y verles el público, los cinco al unísono, se darán palmadas en la vestimenta para quitarse el polvo, como adecentándose para la función. 

ARTURO. (Sale al medio del escenario y mirando hacia arriba, grita.) ¡HIJOS DE PUTA! 
DON ÁLVARO. Tranquilo, hijo, tranquilo. Ya no sirven de nada esas gruesas palabras. (Señala con el dedo hacia arriba.) Bueno, tampoco habrían servido (pausa) antes.
ARTURO. (Se sienta, tapándose con las manos la cara.) ¡Si es que me cagüen!
CARMEN. (Le habla mientras se acerca a él y le coge de los hombros.) Sí que sirven; di que sí, guapo, diles de nuevo «hijos de mala madre».
ARTURO. (Se levanta rápido y vuelve a gritar.) ¡HIJOS DE LA GRAN PUTA! 
DON ÁLVARO. Y vuelta rueda a molino. (Levanta las manos en señal de hastío y después mira a todos en derredor.) ¡Que ya estamos muertos! ¿No lo entendéis? ¿Me vais a decir a mí lo que es un muerto? ¿No veis que he visto demasiados para saber de sobra que ya no sirve de nada? Ni gritar, ni implorar, ni llorar, ni nada de nada. Un muerto solo es un muerto.
CARMEN. (Le contesta mirándole.) ¿Pero podrá protestar, digo yo? 
ROSITA. Eso. Que protestar es gratis. 
DON ÁLVARO. ¡Que protestar es gratis, dice la mocita! Fíjate si es caro que por eso es posible que estemos aquí. Vamos, por lo menos yo. 
ROSITA. Pues, ea. Protesto porque me da la gana. Me da igual que sea caro o barato. 
DON ÁLVARO. (Mueve la mano como si acabara de hacer un descubrimiento científico.) ¡Un joven es un joven, esté muerto o no! Qué curioso. 
BENITO. (Con los brazos en jarra.) Pues sí, pues sí. ¡Hijos de mala madre! 
DON ÁLVARO. (Mira a Arturo.) ¿Otro más? Ya solo quedas tú, de nuevo. 

(Pausa, silencio en el escenario. Todos miran a Arturo.)

ARTURO. ¡ME HAN MATAO! (Grita.

(Se pone las manos en la cabeza. Se sienta. Se derrumba.)

DON ÁLVARO. (Señala a Arturo.) ¿Veis? ¿Veis? El ser humano es prodigioso, más por fuera que por dentro, diría yo. Estamos todos muertos y exclama en singular «Me han matao». Solo UNO es importante. (Señala a la fosa.) Es increíble que el egoísmo llegue hasta este lugar. 
CARMEN. (Le señala con el dedo.) ¡Que bonito! Y más, viniendo de usted. Al pobre lo matan y encima le llama egoísta. 
ROSITA. Siempre fue un médico muy bueno, pero muy recto. A mí de pequeña me daba un dulce si me portaba bien y un cachete si me quejaba. ¿A que sí, don Álvaro? 
DON ÁLVARO. Sí, hija, sí. Perdón. (Mira a Arturo.) Perdón. (Mira a todos.) Perdón si he sido un poco inoportuno con mi comentario. 
ARTURO. No pasa nada, don Álvaro. Que usted fue siempre muy bueno. (Pone la mano señalando la altura de un niño.) Que a mí también me veía de chiquitito y no nos cobraba nada o casi… nada ¡Que había mucha necesidad en casa de mis padres! 
DON ÁLVARO. (Se levanta y señala en derredor.) Y digo yo que estando aquí ya no hace falta el «don». Vamos. 
TODOS. (Al unísono.) No le entendemos, don Álvaro. 
DON ÁLVARO. (Vuelve a señalar más enérgicamente.) Que aquí ya no hace falta un médico. Así que os podéis ahorrar el «don» y llamarme Álvaro. 
TODOS. (Al unísono.) ¡Ah, no! Usted siempre será don Álvaro. Siempre, siempre. 
DON ÁLVARO. (Se sienta como acomodándose para un tiempo muy largo, dando con esa postura más énfasis y rentintín a la frase.) Bueno, como vamos a pasar algún tiempo juntos aquí, no vamos a discutir por algo que podemos solucionar dentro de mil años, por decir una cifra.


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