Recapitulando: Hay en la comunicación humana individual tres grandes grupos de códigos que, ordenados por su aparición en el contínuum evolutivo, cabría encuadrar así: 

Códigos sensoriales 

Existe, en efecto, un primer grupos de códigos que podemos llamar códigos sensoriales y que, originariamente, no surgen de una necesidad comunicativa en el interior del grupo, sino de la urgente necesidad supervivencial del individuo de interpretar todo lo que pasa en su entorno natural. Enfrentado al mundo, todo animal dotado de órganos sensoriales (que en el hombre, y reduciendo mucho su verdadera naturaleza, serían la vista, el oído, la espacialidad cinética y táctil, el olfato y el gusto) interpreta o decodifica los estímulos que le llegan de su entorno. Estos estímulos alertan esencialmente de la ausencia / presencia de peligro, circunstancia que se manifiesta en estados de ánimo bipolares: placer / dolor, bienestar / malestar, tranquilidad / inquietud o, en última instancia, felicidad / infelicidad. El entorno es, de momento, leído de forma muy básica desde la pura necesidad supervivencial: ante la necesidad de satisfacer las necesidades elementales. El ser humano, a lo largo de su extenso proceso evolutivo, ha desarrollado unos órganos de la percepción sofisticados que le sirven para percibir su universo, para interpretarlo en términos supervivencialmente elementales (bueno / malo, seguridad / peligro) y, en consecuencia, para reaccionar a estos estímulos de una forma instintiva. Colores, sonidos, configuraciones espaciales, olores y sabores tienen (con amplios márgenes de libre significación) una traducción instintivamente clara en términos de placer / dolor, bienestar / malestar, tranquilidad / inquietud, felicidad / infelicidad. Responden, en primera instancia, a una estructura de código instintivo, es decir, no arbitrario. A partir del momento en que el hombre es capaz de intervenir en su entorno, modificándolo y reestructurándolo según sus necesidades, lo construirá siempre ateniéndose a ellos. De hecho, genera, en estrecha interrelación con el desarrollo de la capacidad estrictamente lingüística, un complejo proceso de estructuración de los códigos sensoriales que darán lugar a códigos muy elaborados como pueden ser la pintura o la música. 

Códigos prelingüísticos

A diferencia de los códigos sensoriales, que sirven para interpretar el entorno, los códigos prelingüísticos y lingüísticos tienen como función satisfacer las necesidades comunicativas intragrupales. Además de los códigos propiamente lingüísticos, el hombre utiliza al mismo tiempo una serie de códigos prelingüísticos que le permiten expresar pensamientos, sentimientos y deseos simples. Son códigos no verbales, evolutivamente mucho más antiguos que el habla, sujetos en gran medida a un repertorio de signos de reconocimiento instintivo y responsables de la interrelación social elemental en el seno del grupo natural. Los códigos prelingüísticos se estructuran a partir de la expresión facial, el gesto, la proxemia o el tono de voz y contienen fundamentalmente mensajes afectivos, pero también mensajes que permiten la expresión de las jerarquías en el seno de comunidades naturales (colectividades reducidas). La supeditación posterior al lenguaje verbal ha acabado haciendo de ellos códigos secundarios, pero no hay que olvidar que son los antecedentes inmediatos del lenguaje verbal ni tampoco que, por ejemplo en las artes escénicas, alcanzan un alto grado de complejidad. 

Códigos lingüísticos 

El lenguaje verbal le permite al ser humano expresar pensamientos, sentimientos o deseos complejos y entender, organizar, usar y explicar el mundo en el que vivo. Al margen de la capacidad innata de estructurar e interrelacionar símbolos, el lenguaje verbal es convencional y arbitrario en el seno de todo grupo social. El lenguaje verbal es obviamente el responsable del surgimiento de la sociedad y la cultura tal como hoy las entendemos. 

Sobre el lenguaje verbal, pero manteniendo integrados los códigos sensoriales, prelingüísticos y lingüísticos, se estructura el conjunto de los códigos de uso social. 

Tres grandes grupos de códigos de uso social 

Explicaremos en otro momento con mucho más detalle la diferencia que hay entre la simple comunicación entre individuos y la comunicación social. La comunicación individual se caracteriza, fundamentalmente, por el hecho de permitir la simple relación entre los individuos que conviven bajo las normas más o menos complejas establecidas por la comunidad que los acoge y emitidas a través de infinidad de canales que son los encargados de vehicular la comunicación social. En este sentido, la comunicación social tiene como principales objetivos a) la cohesión del grupo social, b) facilitar la comprensión del mundo y el uso del mundo en la manera que se entiende y c) favorecer la mejor adaptación posible al medio social mediante una reformulación más adecuada de los contenidos sociales o mediante vías de escape (aquí entraría el concepto de cartarsis, central en la poética teatral). 

De la infinidad de códigos posibles al combinar los códigos lingüísticos, prelingüísticos y sensoriales emergen, por su relevancia en la comunicación social, tres grandes grupos de códigos determinados en gran medida por su capacidad de proyectarse sobre el conjunto de la comunidad. 

1. Los códigos literarios: incluyen todos los códigos que, siempre en su dimensión social, desde el lenguaje oral al escrito y todas sus formas derivadas. Se asientan, fundamentalmente, en el habla. 

2. Los códigos plásticos: incluyen códigos como el pictórico, el escultórico, el arquitectónico, etc. Implican la percepción visual, espacial, cinética y tàctil.

3. Los códigos musicales, que contienen elementos prelingüísticos (melodía, ritmo), elementos sensoriales (sonidos) y espaciales (procedencia, profundidad, capacidad envolvente). 

Sólo en casos extremos estos códigos se presentan aislados, ya que se trata, casi siempre, de formas mixtas que contienen elementos más o menos relevantes de los otros grupos de códigos. Es obvio que en eventos comunicativos como el operístico, el teatral o el cinematográfico conviven, con diversos grados de implicación, códigos de los tres grandes grupos mencionados. 

[P. S. Los códigos derivados de sentidos como el olfato o el gusto tienen inevitablemente una dimensión social mucho menos relevante, pero no despreciable, como, por ejemplo, en la comida, los vinos, los perfumes, etc.] 

Pablo Ley 
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