Àngels Bassas, actriz, escritora, articulista, se incorpora con este artículo a la revista Ítaca para reflexionar sobre el teatro, el arte, la cultura, la mujer, el mundo...
  • dejarse 
  • guiar por la inteligencia del cuerpo. los procesos creativos. por Àngels Bassas
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Fotografía Jordi Aymamí

En la era de la precariedad laboral, del empobrecimiento cultural progresivo, de la alienación provocada por la tecnología, cualquier reducto de cultura que sobreviva, nos puede devolver la paz de espíritu que sólo el Arte proporciona.


Pero esclavizados por las necesidades económicas y las obligaciones vitales que se nos imponen, ¿de dónde conseguimos sacar el impulso para crear? 

¿Dónde encontramos la fuerza para tener ganas todavía de hacer cultura? 


La rapidez frenética de todo, que los nuevos tiempos nos exigen, nos absorbe y nos arrastra cada día hasta la extenuación. Sólo el arte nos obliga a detenernos para hacer una pausa. Por ello, a pesar de un horizonte tan gris en nuestro sector cultural, la cultura no morirá nunca. Porque sólo el arte tiene la fuerza de dejarnos respirar. Sólo el impacto del arte en nuestra alma, tiene la capacidad de transformar e influir en una sociedad. Sólo un buen libro, una buena obra de teatro, una buena película o serie, una obra de arte o cualquier creación, tiene la fuerza de devolvernos a nuestro propio yo. Porque nos sorprende, nos sacude, nos emociona, nos interpela directamente al corazón y al pensamiento, y nos hace mirar las cosas desde una nueva perspectiva.


Y, sobre todo, la cultura y el arte sobreviven porque todavía existen reductos de creación; verdaderos héroes y heroínas, creadores y creadoras, que siguen siendo la resistencia activa que sobrevive a la dictadura del empobrecimiento mental.


¿De dónde surgen los procesos creativos? 

¿Cómo emergen los personajes cuando escribimos una obra de teatro o una narración? 

¿Desde dónde imagina un director una puesta en escena? 

¿Cómo encarna un actor o actriz el personaje para convertirlo en algo vivo? 


Siempre he pensado que el primer impulso de crear obedece a la necesidad de decir algo, y al deseo de comunicarnos con la alteridad. Sólo reflejándose en "otro", empatizando con otros seres humanos, viendo otros puntos de vista, somos capaces de mejorar nuestro "yo". 


Siri Hustvedt, en su libro La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres (editado por Seix Barral, en castellano / Edicions 62, en catalán) dice que "El arte es llegar a otra persona, es un intento de ser visto, entendido y reconocido por otro". Y que en el encuentro entre el espectador y "el objeto artístico", el arte impacta en nuestro subconsciente (relacionado con las emociones), y nuestro inconsciente colectivo (nuestros recuerdos más primitivos y las marcas de vivencias ancestrales) ya que sólo en esta percepción subjetiva que es la experiencia de dar y recibir una obra de arte, se produce el milagro de la transformación. Esta gran pensadora de nuestro tiempo, una de las voces más importantes de las letras estadounidenses, una voz femenina necesaria, nos ofrece su extraordinario pensamiento cuando escribe en sus ensayos sobre arte, psicoanálisis, neurociencia, filosofía... pero también nos regala su literatura (también tiene unas cuantas novelas de ficción). 


A mí me ha inspirado profundamente leerla. Cuando dice que, en la creación, un artista primero se ha preparado intelectualmente pero luego se deja guiar por la intuición, Hustvedt menciona que siempre hay "… un terreno preverbal, fisiológico, rítmico, y motor que precede al lenguaje y lo inspira". Me sentí muy identificada con lo que explica sobre los procesos creativos. Como ella, cuando escribo mis libros, llega un momento en que es como si los personajes hablaran por sí solos, más allá de mí misma... como si surgieran de mi subconsciente o inconsciente y tomaran la palabra. Cuando estoy en mitad del proceso de creación de una novela, una vez arrancada (que es la parte más difícil), es como si todo fluyera por sí solo, como si todo tuviera que ser así y no de otra manera, como si ellos se carnalizasen y hablaran a través mío. Yo sólo soy la conductora de algo que debe ser dicho o creado. La sensación de que hablan a pesar de mí misma. Me hace pensar en Seis personajes en busca de autor, de Luigi Pirandello, donde los personajes, rechazados por su autor, irrumpen en el escenario para reclamar su espacio y su existencia. 


Y lo mismo me pasa cuando encarno a un personaje como actriz: llega un momento de los ensayos en que todo el análisis intelectual o la investigación racional que has hecho deja paso a la intuición pura y dura, y tu cuerpo empieza a comportarse de forma, a veces, imprevisible, y suele ser precisamente cuando surgen cosas verdaderamente interesantes para la interpretación. Llega un momento en que conoces tan bien al personaje, que te dejas guiar por la "inteligencia" del cuerpo. Y es en el equilibrio entre la razón y el cuerpo, entre la mente y las emociones, entre el intelecto y la intuición, donde encontramos respuestas efectivas a la hora de crear un personaje genuino, único y verdaderamente creíble. Y por mejor escrito que esté un libro en su "forma" o por mejor ejecutado que esté un personaje en su "técnica", si no está lleno del impacto emocional, no perdurará en nuestro recuerdo ni se mantendrá vivo en nuestro interior más allá de la experiencia inmediata.


Para mí la ficción es un instrumento para mejorar la realidad.


El tema que he iniciado hoy da para extenderse más. Quizás continúe en otros artículos o debates compartidos. 


Seguimos creando desde la resistencia cultural.


Porque si, como decía Lorca, "el teatro es la poesía que se levanta del libro y se hace humana"... 

seguiremos en pie y vivos... si seguimos haciendo cultura.


ÀNGELS BASSAS

26 de octubre del 2019                                                             

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