Reírse de los propios defectos, de los propios miedos por Àngels Bassas
La comedia es un género que obliga a los intérpretes a ser felinos muy rápidos, vivos, hábiles, divertidos y tremendamente despiertos. Tienes que estar atento a cualquier eventualidad, en pequeños detalles o complicidades entre los actores y actrices que hacen que aquella comicidad crezca como un soufflé que lleva una bengala que saca chispas.
El gag es como un reloj suizo de extrema precisión: o la entras a tempo ... justo cuando toca, justo en el momento preciso ... o no funciona o, al menos, puede perder fuerza. El sentido del tempo y del ritmo, son esenciales en cualquier obra de teatro, pero en una comedia son cruciales. Los buenos autores saben cómo escribir gags, como inventarlos, como provocar en el espectador la hilaridad, aquella risa incontrolable que un buen chiste, una frase brillante, o una situación cómica provocan. A veces incluso ensayando, si se trata de una obra de un autor vivo contemporáneo, surgen pactos con el autor o el director para hacer "deslizar" el texto de forma que el gag sea más contundente. Aquí entra el talento de un buen cómic / a que sabe cómo lidiar los gags que el espectador se active como si le hicieran cosquillas. Después a las funciones hay que esperar también a que se rían, o que digieran el que acaba de pasar, dar tiempo a disfrutar, a digerir, para seguir poniendo leña al fuego para encender chispas en la efervescente cosquilleo de una buena comedia. La comedia se ríe de nuestros defectos, de nuestros miedos, de nuestras manías, obsesiones, o de determinados caracteres. Los ridiculiza, o exagera, o pone una lupa de aumento, para que con la risa nos podamos salvar de la decrepitud de nuestros más oscuros defectos. Se río de situaciones que todo el mundo puede conocer que las identifica como vividas en algún momento u otro. Incluso para reírnos, precisamente, de lo que más nos enfada o del que más nos saca de quicio. He tenido el privilegio de hacer unas cuantas comedias, y ahora mismo estoy empezando las primeras lecturas de un vodevil escrito por Ramon Grau. Y el director, Toni Albà, sabedor de los secretos de la comedia, santamente nos daba indicaciones de vivir intensamente el enfado del personaje como verdadero, como el que yo calificaría de "sinceramente hilarante". Aquella línea delgada y delicada, aquellas dos caras de una misma moneda: la tragedia y la comedia. Pero con ese punto diferente, centelleante, divertido y espumoso, que hace que la gran supuesta tragedia de lo que le pasa al personaje, provoque la risa cuando le añades sentido del humor. Y cuanto más cabreados o indignados están los personajes, más gracia nos hacen. Recuerdo Capri en sus sketches de televisión, o los chistes de Eugenio, ambos con aquella su mala leche y aquel puesto serio y, en cambio, como nos meábamos de risa. Recuerdo los grandes y fantásticos Joan Pera y Paco Morán altamente "dinamiteros" en escena. Boris Ruiz haciendo un montón de comedias, entre ellas su delicioso Clarín de La vida es sueño (dirigida por Calixto Bieito), o el avaro Señor Perramon, de Sagarra, el Romea (pensado, por cierto, para Joan Capri, y dirigido por Joan Anton Rechi), o Mátame, de Manel Dueso. Recuerdo el maravilloso sentido del humor de la grandísima Anna Lizaran, siempre perspicaz y ácida tiñendo sus interpretaciones de un cierto sentido del humor, algo que me gustaba mucho de ella. La fantástica Anna Maria Barbany (la Calduch de Merlín). O a Montse Pérez, mítica actriz de Els Joglars, la Mercedes de la serie Platos Sucios. Actores y actrices que con su sola presencia son capaces de arrancarte una sonrisa sólo de verlos. Un don, el de la comicidad, que también hay que saber trabajar en equipo, con los otros compañeros, para hacer que cada réplica sea un combate de esgrima verbal, y una estocada directa al espectador que lo haga volar hasta que le haga la barriga de tanto reír. Las reflexiones me surgen después de ver dos espectáculos de la cartelera teatral de este mes:
Por un lado Justicia, de Guillem Clua, el Teatro Nacional, dirigido por Josep Maria Mestres, con un reparto de lujo, con un texto y una puesta en escena de una complejidad y riqueza que hacen que ir al teatro valga la pena. No es una comedia, pero tiene la habilidad de hacerte reír en brillantísimos y precisos momentos (a destacar como las "coloca" la gran Vicky Peña, que tiene ese extraño don de hacer un personaje dramático y cómico). Además del talento de todos y cada uno de los buenos actores y actrices que salen, también ríos o te conmueves, viajes en esta extraña alternancia. Y el "juicio" en el personaje de Samuel Gallart que puede tener secretos terribles, a mí me conmovió especialmente cuando el alto Josep Maria Pou, se convierte en un pequeño niño, atrapado en su "recuerdo alzhemerià"). Hablo de este espectáculo porque me hace pensar en aquella extraña sensación de viajar en la alternancia entre la profundidad y la sonrisa: la permutación natural que también encontramos en la vida, que para mí es una especie de tragicomedia que vivimos, donde oscila · mos entre los momentos de alegría y los instantes de dolor. Y por otro, viendo los divertidos y entregados compañeros que hacen el Teatro del Raval, Un encuentro sobrenatural, una comedia con pinceladas de película de suspense, escrita por Joaquim Bundó y dirigida por Joan Olivé. Fui a una función un sábado por la noche, y me encantó ver los espectadores entregados, conectados y pasándolo bien, con la absoluta complicidad de los actores que la servían: Andrea Montero, Rai Borrell, Roger Pera (cover Ori Roig) , y Quim Casas.
He visto disfrute en los dos espectáculos. Siempre digo a mis alumnos que en escena no venimos a sufrir. Jouer, to play ... Y la comedia es un buen antídoto contra la tristeza; el contrapunto a la vida. Porque, como decía Marcello Mastroianni: "sostenido que este oficio está Hecho para divertirse. Consideremos este oficio un juego. Interpretar es un placer, una gran emoción ". Hacemos que siempre lo sea. Haciendo comedia, tragedia, drama ... Teatro, televisión, cine ... Tan es. Porque la vida es eso; una mezcla fascinante de emociones de muchos colores, olores y texturas, e interpretando, creando y compartiendo, tenemos la paleta perfecto para colorear mejor la tragicomedia de nuestras vidas. ÁNGELES BASSAS 18 de febrero 2020