El Gran Juego

Crítica a The Mountain – Agrupación Señor Serrano

por Natalia Barraza


Verde. Verde a mansalva. Tres pantallas, cuatro mesas, una tarima central, cámaras y otros artilugios distribuidos a lo largo y ancho del escenario del Teatre Lliure de Gracia que nos recibe teñido de una potente luz verdosa mientras la compañía: Anna Pérez Moya, David Muñiz, Àlex Serrano y Pau Palacios juegan, juegan al… bueno, de momento, digamos que están jugando y punto, en silencio, concentrad@s, compartiendo pequeños gestos de complicidad mientras el público va entrando.


Tenía un profesor de teatro que decía que la iluminación verde en escena sirve para expresar lo extraño, lo excéntrico, lo extraordinario, lo no real. No sé si ésta era la intención del espectáculo pero mi cerebro hizo la rápida asociación y de repente estaba siendo testigo de un no lugar, un universo propuesto y expuesto ante nuestros ojos con sus propias reglas y códigos que en breve comenzaríamos a conocer.


Claro, así es el teatro generalmente, pero el verde en sí mismo, como potente prólogo, impone un acuerdo que interviene en el imaginario del público y nos hipnotiza con el vaivén y sonido de “eso” que rebota cada dos segundos y que no mencionaré para no delatar el juego.


Súbitamente, y mediante un cambio radical de luz, el espacio se transforma a blanco impoluto y revela: estamos en la montaña. Un cuerpo tumbado por aquí, nieve en spray por allá, la cuestión es que todo es visible y es superficie potencial para el artificio.


Estamos dentro, ya a la falda de un vertiginoso ascenso prometido por la obra. Y ellos van a jugar –a seguir haciéndolo– pero van a jugar con nosotr@s, con nuestra manera de entender la verdad, de juzgar la mentira, de aceptar la ficción, de masticar los acuerdos, de dejarnos llevar por la duda o por la certeza prestada, endeble y fugaz de lo que aceptamos por cierto.


Una mujer nos habla de frente y afina las premisas: aquí la verdad es la siguiente y vosotr@s vais a sostenerla. Afirmamos, pues, el acuerdo tácito de intercambio entre espectador y escena.


Y es el enigmático descubrimiento del cuerpo del británico George Mallory en 1999, quien junto a Andrew Irvine realizó una expedición maldita a la cima del Everest en 1924 lo que da el pistoletazo de salida a una dramaturgia que se fragmenta y va hilando tramas paralelas sobre diferentes personajes del mundo de la política, el cine y artes aledañas, señalando acontecimientos paradigmáticos de la historia contemporánea para acercarnos a la eterna disyuntiva de dónde empieza y termina la verdad, a través de qué cristal y según qué contexto. Para esto desfilan Orson Wells, Vladimir Putin, Tom Cruise o Ruth Mallory hilvanando trozos documentales y otros referentes mediante recursos audiovisuales o encarnado por algún@ de l@s intérpretes.


Gracias a la filmación en directo nos acercan a detalles y objetos estratégicamente ordenados o a preciosas maquetas interactivas en las que van dando vida a paisajes de cartón, personajes de plástico, localizaciones interiores y exteriores en pequeña escala, genialmente realizadas, que les permite prácticamente hacer cine ante nuestros ojos, siempre desde la impecable combinación entre lo que vemos cómo se ejecuta y el resultado, lo cual evidentemente es mucho más interesante no sólo por lo que se reproduce en pantalla sino precisamente porque entendemos de qué ingredientes se compone.


Evidentemente hay un trabajo de investigación profunda entre técnicas digitales y analógicas componiendo un lenguaje propio de la compañía que se nutre de tecnología y artesanía desplegados a través argumentos de interés social y artísticamente comprometidos con un discurso crítico e inteligente.


Estamos en la ladera de la montaña.

Es una obra tremendamente visual e intelectual que (me) invita a deliberar. Y vuelve a mi esta frase: a mansalva, pero esta vez de lo que me llena la obra es de información y de hiperactividad de dispositivos. Siento la pericia, el pulso, la medida, el dominio en el que el juego, el gran juego, aumenta, dobla su apuesta, sigue a saco y en el que leo: tengo estas fichas y voy a por todas. La sartén por el mango.


Para escribir este artículo estuve estudiando algunos documentos alrededor de lo que me inspiró la pieza y resulta que la expresión de “El Gran Juego” fue acuñada durante el siglo XIX para describir la rivalidad competitiva entre el Imperio ruso y el Imperio británico en su lucha por el control de Asia Central y el Cáucaso, y (oh casualidad!), la obra se cuece entre los personajes referidos que también provienen de Inglaterra y Rusia.

En sí lo importante no es la casualidad sino las analogías que encuentra el cerebro para ordenar lo que se debate. Puede tener que ver (o no), pero precisamente la “verdad” se solidifica de ese tipo de asociaciones, de un entramado de signos que afirman lo que queremos entender.


Un recurso que dota de algo de emocionalidad al espectáculo es una serie de cartas que, desde la voz ficcionalizada de Ruth Mallory al Mallory Explorador, baraja las posibilidades truncadas de sus conjeturas de amor, promesas y autoengaños que superponen el deseo a una realidad que no es, la mezcla del recuerdo con la expectativa, el suministro de la ilusión que se eterniza desde el “aún te quiero”.


¿Y qué es todo lo que nos contamos a nosotr@s mism@s si no un conjunto de reescrituras de memoria subjetiva y proyecciones del anhelo ante la crudeza de lo real? ¿Qué es lo real si no una reunión de documentos y noticias manipulables a gusto del consumidor?


La obra se desarrolla con transiciones claras entre escena y escena, siempre desnudas y elegantemente ordenadas por la dramaturgia que comparten Serrano y Palacios con su cómplice Ferran Dordal. Éstas están casi siempre acompañadas de un potente espacio sonoro (voz en off o música icónica) o bien de retazos documentales y cinematográficos que ellos mismos intervienen editando las imágenes con ironía y perspicacia conectando así con el imaginario colectivo para llevarnos más allá y seguir indagando en los límites de lo cierto.


La tiranía, sea de Putin o de otros monigotes equivalentes, impone su verdad. La demagogia se actualiza en la posverdad. La posverdad es la distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales.


Lo inefable es que la cantidad de poder que adquieren, demagogos o conspiranoicos, no la obtienen tan solo por que se impongan por sobre el sentido común, sino también porque el entorno le adjudica la capacidad de enarbolar su presencia / palabra por encima de la razón. No todo radica en quien miente si no en quien se lo quiere creer. Y en ello somos tod@s responsables: ¿en qué y en quién creemos?, ¿elegimos verdades adecuadas a nuestra necesidad?


La actriz nos invita mediante parábolas filosóficas y grandes máximas a pensar en ello e incluso a ¡votar! poniendo en duda el sentido del propio acto; otro acierto de objetividad en el discurso de la obra.


Estamos llegando a la cima.


Marcianos, dictadores o gurús; webs, estadísticas o perfiles falsos… la cuestión es que la endogamia de las creencias a golpe de clics de algoritmo nos aleja cada vez más de la posibilidad de contrastar, de verificar o no aquello en lo que confiamos. Y si la Guerra de los mundos de Wells es irónicamente el preludio histórico de las fake news en que navegamos hoy por hoy, nos descubrimos colapsados por el charm de los influencers y nos nutrimos de batidos gluten free hiperinformados de megustas, emoticonos que suplen sentimientos, firmas absurdas en change.org, tutoriales de whatever, échame otro hashtag y tú dale al mantra en gif a precio de lanzamiento. No olvides suscribirte y si te haces premium quizás te enteres de más.


Contradicción o ambigüedad no es lo mismo que mentira. La omisión sí. Puede serlo.


"Repite una mentira mil veces y se convertirá en verdad" es una frase atribuida a Joseph Goebbels, político y orador alemán, ministro de propaganda y figura clave en el régimen nazi, de retórica mesiánica e inteligencia orientada a la psicología de masas.


Inmers@s en una realidad líquida, es difícil determinarla, pero si algo es objetivo es que nada es ni puede ser visto o concebido desde un único ángulo. En la uniformidad de pensamiento hay un peligro moral que tiene que ver con lo hegemónico.


Si lo absoluto es dogma, es más interesante que la verdad sea relativa.


Me quedé con el aroma de una frase que no recuerdo si se dijo literalmente: “Si no es confianza es fe”. La relatividad de la contundencia de la verdad está entonces sujeta a la cantidad –y por ende calidad– de confianza en el intercambio. ¿En qué se basan sino los vínculos? Y ¿necesitamos esta confianza para dar sentido a la existencia?


Si la respuesta es sí, es por tanto imprescindible creer en algo para seguir jugando.


A esta altura de nuestra escalada a The mountain, estamos entregad@s.


La montaña ya no tan solo se localiza sobre la tarima central sino que nos abraza; una proyección panorámica enorme cubre el espacio por todas las superficies, tiñendo cada rincón, ser u objeto presente de una textura que nos recuerda a la nieve para sellar épicamente la sensación de que la montaña nos envuelve.


Finalmente el cuerpo evocado de Mallory ya no reposa sobre su ladera, esta vez la simbólica reproducción escénica del Everest que tenemos aquí y ahora cobra volumen alimentada por el cuerpo de uno de los Serrano a quien ha devorado.


Así, la montaña filosófica nos suelta por fin en la cima con un montón de reflexiones éticas y estéticas por descifrar.


Si bien no había visto los últimos espectáculos de esta agrupación considero que hay evidentemente un trabajo impresionante, no tan solo de pieza y dispositivo, sino también de compañía de larga trayectoria y coherencia como pocas en la escena europea actual.


Quien quiera crear que se lo crea. A mansalva.


Quien quiera creer, también.


Natalia Barraza

Marzo 2021

Fotograies de Jordi Soler (cliqueu sobre la foto per veure-les a tota pantalla)

DRAMATURGIA Y DIRECCIÓN Àlex Serrano, Pau Palacios y Ferran Dordal. COMPAÑÍA Agrupación Señor Serrano PERFORMERS David Muñiz, Pau Palacios, Anna Pérez Moya/Blanca García Lladó (27/03 tarde) y Àlex Serrano ESPACIO ESCÉNICO Y MAQUETAS Lola Belles y Àlex Serrano VESTUARIO Lola Belles ILUMINACIÓN Cube.bz VIDEOPROGRAMACIÓN David Muñiz VIDEOCREACIÓN Jordi Soler Quintana MÚSICA ORIGINAL Nico Roig MÁSCARA DIGITAL Román Torre AYUDANTE DE ESCENOGRAFÍA Mariona Signes JEFE TÉCNICO David Muñiz PRODUCCIÓN EJECUTIVA Paula Sáenz de Viteri JEFA DE PRODUCCIÓN Barbara Bloin DISTRIBUCIÓN Art Republic COPRODUCCIÓN GREC Festival de Barcelona, Teatre Lliure, Centro de cultura contemporánea Condeduque, CSS Teatro Stabile di Innovazione del Friuli – Venezia Giulia, Teatro Stabile del Veneto – Teatro Nazionale, Zona K, Monty Kultuurfaktorij, Grand Theatre y Feikes Huis CON EL APOYO DE Departament de Cultura de la Generalitat y Graner - Mercat de les Flors. Teatre Lliure, del 18 al 28 de març 2021


altres articles de Natalia Barraza


Si t'ha agradat aquest article i vols seguir-nos, pots fer-ho a través de telegram


Share by: