FOTOGRAFIES TNT 2021_© Alessia Bombaci

Elegía irónica de la muerte

por Natalia Barraza


"Aquellas que no deben morir", de Las Huecas.  Festival TNT. Teatre Principal. Octubre 2021.


Cava hondo

Sigue

Hueco negro túnel y maquillaje

El oligopolio de la fugacidad y la ausencia

La inocua y rígida trascendencia del espíritu

La geometría poética del cadáver

Dame una eme de Muerte barata, asequible

y a la altura de mis expectativas

Una bofetada cachonda de risita nerviosa que cala

Que cala, si, cómo cala

Que cabe

Que casi

Que cómo

y cuándo y por cuánto

Un pasillo imaginario entre sábanas, rutinas y féretros posibles

que conducen a la inevitable

La inquietante

La segura

La paciente

La que no acecha, ni busca, ni hace

Solo nos nace

Justo junto al nacer

y espera su turno

La muy perra, la muy suya, la muy ella

sólo espera y mientras tanto:

excavar o no, quemar o no, ceder a la ciencia o no

Casillas de opciones a rellenar en el formulario de la hecatombepuntocom

Dame una e de Ella, la de los finales a gestionar

Una e de Éstas, las que somos y dejaremos de ser

Un cubo sin hidrógeno ni oxígeno ni frío

Un cubo de aquelarre y canto roto y belleza

que nos recuerde

¡Qué vivas que estamos!

Todavía.

Natalia Barraza


La guerrilla puede tener muchos frentes, formas, procesos, manifestaciones y mutaciones. El teatro de guerrilla existe.


Las Huecas abren en escena, al cuerpo invisible –y negado– de toda la inercia y acciones subyacentes al terreno satelital de la muerte. Lo que no cuantificamos, ni sabemos, la parafernalia que decidimos ignorar y/o delegar a entidades empresariales, aseguradoras buitres y profesionales del negocio de la extinción de la vida. Todo lo que se activa alrededor de un fallecimiento es impresionante y no nos detenemos a barajar sus opciones.


¿Por qué tendríamos que hacerlo si, con intentar dominar apenas un ápice la vida, vamos dando tumbos?


Imagínate tú, si además hubiera que invertir tiempo en entender de qué se trata el morir...


Pero sí. La cara oculta de la luna no es menos luna por no poder mirarla.


Nos ha quedado claro. La privatización del ritual funerario equivale, al fin y al cabo, a las pelas que hay que soltar en medio de la congoja catastrófica de asimilar la ausencia definitiva de alguien, sea por vejez, enfermedad, accidente, o lo que sea que haya interrumpido dicha vida.


Acabada. Finiquitada. Extinta. La vida.


Mucho, ahora mismo, se ha de escribir y comentar al respecto de Aquellas que no deben morir. Yo, por lo tanto, para no repetirme, solo recuperaré lo que mi retina y recuerdo han sostenido desde la primera y última vez que las vi en escena, en la pasada edición del festival TNT.


Las Huecas hicieron de la enorme, diáfana y desnuda sala del Teatre Principal de Terrassa una obra conferencia-documental-performática-musical-humorística de simple belleza ética y estética.


Al entrar al teatro ya convivimos con cuatro presencias y unas sillas en escena, acompañadas por la pulcra iluminación de la grande Ana Rovira.


Unas fantasmas de sábana y zapatos de goma deambulan mucho, mucho, mucho rato. Y, cuando comienza a ser angustiante (o hermosa) la espera, su crash, su boom, su ruptura dilatada es… un simple gesto: un intento de orden, un amago de fila, ese “algo” cómplice entre ellas, desde donde sueltan al micrófono un llano: "¿qui es l’últim?".

Nos cae una tonelada de ironía encima y punto. Queremos más. Hay apetito.


Entonces, luego de algunos pasitos de parodia coreográfica, llega otra rotunda y cómicamente acertada pregunta, pronunciada por alguna de sus creadoras e intérprete fantasmita: "¿algú sap com va això?".


Ya está. Carcajada empática. Nos han conquistado. Estamos dentro.


La transformación, a partir de ahora, se desenvuelve desde la satírica fantasmagoría hacia lo concreto, lo real.


La genial Núria Corominas, descubierta bajo la tela, nos despliega con suma tranquilidad una serie de datos escalofriantes para ponernos en contexto. Y de allí no bajaremos. Por suerte, y gracias al tono inteligente con el que plantean este temazo y sus derivados, podemos entrar a los cuestionamientos bizarros y valientes que exponen sobre la mesa.


Aparecen encamisetadas bajo el merchandising de Mémora, empresa de servicios funerarios que ofrece desde un ataúd, pasando por una urna, a un servicio musical, hasta el acompañamiento psicológico del duelo. Ellas, Las Huecas, con su Mémora en el pecho y sus agudas y afiladas flautas, desatan en el público una mezcla de risa y ternura mientras tocan el canon de Pachelbel.

Llega entonces una camilla de acero para desarrollar el acto generoso de Núria Isern quien se dedica la tanatopraxia: el arte de maquillar cadáveres para las ceremonias de los funerales. Núria realiza una demostración en directo, sobre y con el cuerpo Júlia Barbany, describiendo gráfica y prácticamente todos los pasos a seguir para dar un aspecto de calma al muerto durante las horas de velatorio, relato que va y viene entre lo que vemos y sus anécdotas de profesión.


A todo esto, la presencia de Sofía A. Martori, la técnica y productora, entra y sale articulando todas las piezas y transiciones. Su figura es esencial e incorporada con total naturalidad dentro del registro que Las Huecas proponen, dejando en evidencia los artificios de los que se valen para dar forma a los diferentes cuadros. Los artefactos con los que interactúan y que vemos en escena se atribuyen a Dani García.


Otro momentazo es cuando bajan, cual deus ex machina, las reproducciones de los cuerpos desnudos de las cuatro performers, pintadas sobre madera. Cuatro piezas con piernas y brazos que se convierten en versátiles figuras interlocutoras y partícipes de sus danzas preciosamente locas.


Al presenciar el aquelarre, la cruz, la carne, el salto, la epifanía… pues sí, pasan cosas. Pasa mucho. Nos atraviesa. Y una –una yo– sólo estaba allí, integrada y entregada. Así que, pocos detalles más pude escribir para no olvidar.


Más adelante, después de la intervención de la potentísima voz de Esmeralda Colette, quien desarrolla un juego operístico kitch ante un ventilador que corta la respiración, vemos que entran una y otra vez con una buena cantidad de bolsas de basura. De ellas se desplegará un trozo de bosque. El cuerpo desnudo de Andrea Pellejero yace cubierto por la acumulación de ramas y hojas con las que sus compañeras le componen una especie de altar de despedida.

Se acerca –y lo percibimos– el final.


Para rematarnos, paradójicamente, ante la exhausta vivencia que ya estamos cobrando sobre la conciencia de la muerte y el aparato sistémico que lo opera, aparece Júlia S. Cid; una chica que nos comparte, y a la que le debemos unas estadísticas estudiadísimas por su compromiso vincular a la asociación “Som provisionals” que acompaña procesos de duelo. Un gran ¡ay! Hostias de capitalismo ante la mejilla vulnerable del devenir, de aquello destinado a decaer, negocio impepinable ya que, si, el cuerpo se acaba degradando más tarde o más temprano y en algún lado hay que dejarlo.


Aquellas que no deben morir es un espectáculo honesto y controversial donde se expone sin impostaciones y muchas asertividades a nivel escénico, varios tabúes y paradojas desde el humor y el arrojo crítico tan necesarios. Diría: imprescindibles.


Su catártico final, de golpe en el pecho (otro ¡ay!) y voz quebrada, no hacía más que sostenerme con la piel erizada, emocionada medularmente por ver, sentir y reconocer nuestros finales siempre latentes, mientras la guerrilla escénica en pie canta, suda, pronuncia… Quedé conmovida ante la ejecución del generoso acto de despertar preguntas, zarandear rigideces, tonterías y recordarnos que estamos aquí de paso.


Verlas me devuelve la fe en el rito lúdico, en la escena que suelta la verdad a la cara, al sentirnos a todxs, después de un inacabable aplauso, salir del teatro con una sonrisa inmensa de satisfacción agradecida.


Renacidas (cuando esto pasa) estamos.


Natalia Barraza Aliberti

19.10.2021

FOTOGRAFIA: ROC PONT


Creación: COL·LECTIU LAS HUECAS Actantes: JÚLIA BARBANY, ESMERALDA COLETTE, NÚRIA COROMINES, ANDREA PELLEJERO Técnica: SOFÍA A. MARTORI Composición del espacio sonoro: ADRIÀ GIRONA Diseño de iluminación: ANA ROVIRA Artefactos: DANI GARCÍA Asist. procesos de duelo: JÚLIA S. CID, PARTE DE SOM PROVISIONALS Asist. funeraria: NÚRIA ISERN Producción: LAS HUECAS Fotografía: ROC PONT Coproducción: LA INFINITA DE L’HOSPITALET (L’HOSPITALET DE LLOBREGAT), ANTIC TEATRE (BARCELONA) I FESTIVAL TNT (TERRASSA)


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