Jarra de terracota en forma de cabeza de Dioniso de ca. 410 a. C. Estoa de Átalo. Museo del Ágora de Atenas. Fotografía de Giovanni dell'Orto.
Tespis, el inventor de la tragedia griega
(por Francisco Miguel del Rincón Sánchez)
Parece lógico que, entre los primeros artículos de una revista dedicada al teatro, figure una semblanza de quien siempre se dice y se repite que inventó la tragedia, Tespis. Con todo, lo habitual en los libros dedicados a la historia de los orígenes del teatro es que Tespis aparezca como una sombra de la que se sabe poco, siempre bajo la sospecha –al igual que Homero– de su posible inexistencia. Pues bien, Francisco Miguel del Rincón Sánchez, en su libro Trágicos Menores del siglo V a. C. (de Tespis a Neofrón), libro erudito de enorme interés que pronto reseñaremos en un próximo artículo, recoge todos los fragmentos y referencias que se conocen de Tespis en un capítulo extenso del que –con permiso del autor– reproducimos su preámbulo (reduciendo el extenso y minucioso aparato de notas para facilitar la lectura online). Este es, pues, el capítulo que Trágicos Menores del siglo V a. C. dedica al inventor de la tragedia:

  • Tespis representa para la Tragedia lo que Homero para la Épica o Esopo para la Fàbula: es el primer poeta de su género literario y, al igual que ellos, su existencia bascula entre la realidad y la leyenda. La figura de Tespis, además, ha sido empleada como piedra de toque de la complicada cuestión del origen de la Tragedia, cuestión sobre la que deberemos insistir en varias ocasiones, si bien no tenemos la intención de abundar en ella.

    Clemente de Alejandría asegura que Tespis era ateniense. Más específica resulta la Suda, que asegura que Tespis nació en el demo de Icaria (hoy día llamado “Dioniso”) al pie del Pentélico. De su familia lo único que sabemos es que su padre se llamaba Temón, por una inscripción de un herma acéfalo encontrado en las cercanías de Tívoli. Probablemente se trata de una invención muy posterior a la época de su actividad. Else (1) apuntó que “Temón” es un nombre acortado, del mismo modo que Tespis lo debe ser de un Thespesios o un Thespiôdos, y que la raíz “thesp-” sólo aparece en el Àtica en el nombre de un cierto Thespios que quizá vivió ca. el s. II. a. C. Tespis, en palabras de Cantarella (2), podría ser sólo un nombre parlante. Θέσπις οιδός, es decir, “divino, inspirado cantor”. Casualmente, en un pasaje de la Odisea hallamos la palabra Θέσπις muy cerca del nombre de Icaria.

    Todos estos hechos podrían hacernos dudar de la veracidad de la figura de Tespis, pero también existe otra interpretación: al igual que Estesícoro, el nombre de Tespis sería un apelativo que acabó por desplazar el verdadero nombre del poeta. Else (3) incluso considera que Tespis puede ser el sobrenombre que adoptó un individuo relacionado de alguna manera con la profesión del canto épico.

    De su biografía no conservamos ninguna noticia, a excepción de una interesante anécdota relatada por Plutarco en la Vida de Solón: el legislador de Atenas, ya anciano, se decidió a asistir a una de las representaciones de Tespis. Al finalizar el espectáculo, expresó su desagrado, porque temía que esa fantasía arruinara “las buenas costumbres”. De aceptarse la veracidad de esta historia, la fecha del nacimiento de Tespis no podría llevarse mucho más allá del 600 a. C. para poder conciliarla con su victoria en el celebérrimo primer concurso del 535-533 a. C. Por otro lado, el terminus ante quem sería el año 558 a. C., cuando muere Solón. Admitamos que dicho encuentro, efectivamente, sucedió hacia 560 a. C. (4): la edad de Tespis oscilaría por entonces alrededor de los treinta y cinco, mientras que el supuesto primer premio de las Dionisias (sobre cuya evidencia real hablaremos después) lo habría obtenido ya con unos cincuenta y cinco o sesenta y cinco años. Tras el mandato de Solón, los principales avatares políticos de Atenas están enmarcados por las luchas entre los principales partidos, que desembocaron, primero, en el fallido golpe de estado de Pisístrato (561-560) y luego en la posterior tiranía del mismo (546-527).

    Las representaciones dramáticas se desarrollaron a partir de danzas rústicas en honor a Dionisio, por quien los campesinos sentían una gran devoción. Los tiranos, cuyo poder se sustentaba en las clases populares, tendieron por ello a beneficiarlas fomentando sus cultos. Así pues, Pisístrato contribuyó a fomentar las fiestas en honor del dios, al dar carácter oficial al culto de Dioniso con la institución de las Grandes Dionisias, en las que se admitió la representación de tragedias. Así ca. el 535-533 a. C. Tespis –poseedor de una cierta fama ya en la década de los cuarenta– habría resultado vencedor en el primer concurso “oficial”. Bajo los sucesores de Pisístrato (527-511), Tespis pudo llegar a frecuentar a las figuras literarias más relevantes del momento: Anacreonte de Teos, Laso de Hermione, Simónides de Ceos, Prátinas de Fliunte, Onomácrito. Si su muerte le sobrevino con una edad avanzada, puedo haber vivido los primeros y agitados años en que Clístenes se empleaba en un ambicioso y profundo programa de reformas constitucionales que abrirían las puertas a la democracia.

    Hasta aquí la teoría tradicional sobre la actividad de Tespis y el origen de las Dionisias Urbanas. En un estudio reciente, Connor (5), sin embargo, ha cuestionado dicha teoría con argumentos, a nuestro juicio, muy convincentes. Según él, las fiestas dionisíacas deberían vincularse a las reformas democráticas (en la que los δῆμοι ganaron peso político), y no al régimen de Pisístrato. Además, la anexión de Eléuteras, origen del nuevo culto (6), habría sido incompatible con la política de los pisistrátidas hacia Beocia (7).

    Por otro lado, el único testimonio que existe sobre la actividad de Tespis en las Donisias Urbanas se basa en una lectura más que dudosa del Mármol de Paros (cuyo dato cronológico, a su vez, ha sido reconstruido a partir de la información de la Suda). El dato aportado por el Mármol de Paros debe aludir a un premio ganado por Tespis (hacia el 530) en alguna fiesta rural, tal vez en el demo de Icaria. Las Dionisias Urbanas habrían sido introducidas posteriormente, lo que encajaría con el testimonio de los Fasti, que no iría más allá del 509/8 a. C. Desde luego, el premio del macho cabrío, que también es mencionado (junto a un cestillo de higos) por Dioscórides en un bucólico epigrama, se ajustaría mejor a celebraciones rústicas. Precisamente fue en Icaria –así lo relataba Erastóstenes en su Erígone– donde se bailó por primera vez en torno a un macho cabrío; y allí también, según Ateneo, fueron inventadas la Comedia y la Tragedia durante la época de la vendimia. A esta imagen rural se adapta también la que Horacio ofrece de Tespis como artista itinerante, llevando sus obras en un carro.

    Las raíces populares del teatro son indudables, pero se pierden en la noche de los tiempos, y es lógico pensar que, incluso antes de Tespis, otros individuos pudieron haberse consagrado a esta actividad. Las fuentes citan el nombre de uno de ellos: Epígenes de Sición. El desacuerdo de las fuentes sobre si el primer trágico fue Tespis o Epígenes tan solo proviene, según Cupaiuolo (8), de una diferente apreciación de lo que se entendía por Tragedia en sus comienzos. Si es lícito llamar tragedias a las primeras tentativas, en las que sólo aparecía el coro (como cree Platón o Diógenes Laercio), Tespis no puede ser considerado el primer autor de este género; pero si el nombre de Tragedia (tal y como aparece en la tradición latina o en los tardíos escoliastas bizantinos) se aplica a las formas donde aparece el diálogo, Tespis merece indudablemente el título de “Padre de la Tragedia”.

    Aunque la actividad poética de Tespis durante sus primeros años creativos no fuera muy diferente de la emprendida por otros poetas, lo cierto es que para ser considerado el inventor de la Tragedia tuvo que establecer alguna innovación decisiva. Wilamowitz (9) reconstruye así la prehistoria ática de la Tragedia: las representaciones populares semidramáticas con sátiros caballunos o silenos adquirieron, en manos de Tespis, un mayor carácter dramático al introducir el prólogo y la resis, es decir, al introducir un actor. La fusión de este espectáculo con los coros trágicos peloponesíacos de tema heroico sería la verdadera Tragedia, distinta de la Comedia, que procedería exclusivamente de los κῶμοι áticos.

    Gracias a Temistio, sabemos que Aristóteles atribuyó a Tespis la invención del prólogo y del diálogo (es decir, el verso hablado o resis) de la Tragedia. Diógenes Laercio respalda esta noticia, al afirmar que Tespis introdujo el primer actor en el arte coral. Estas invenciones, jalón decisivo en la historia de la Tragedia, seguramente provocaron su victoria en la olimpiada anteriormente mencionada. 

    Else (10) concibe los prólogos de Tespis a la manera de los preludios de los rapsodas errantes, que necesitaban presentarse al público, anunciar su tema, excitar la curiosidad y reclamar benevolencia para su canto sin excluir la posibilidad de que encarnase al héroe de la pieza que recuerda a la audiencia el nudo de la historia.

    El verso hablado o resis debería referirse al empleo de trímetros yámbicos. Gallavotti (11) ha analizado un valioso epigrama de mediados del s. VI a. C. (dedicado por un ateniense en un santuario de Beocia) y ha resaltado su enorme importancia documental por estas dos razones: 1) desde el punto de vista métrico, aparece una secuencia yámbica; 2) su lengua literaria es una mezcla de ático y dórico. Ambas circunstancias evocan a Tespis y lo ponen en relación con Solón, que habría renovado el trímetro yámbico, despojándolo de su carácter virulento.

    El acto creativo de Tespis –dice Else– consiste en combinar los cantos corales con el contenido épico, extraído del mito heroico y expresado en la forma soloniana (versos yámbicos). Rudberg (12) va más allá y cree que Tespis hace de la Tragedia una creación nueva al proporcionar el elemento serio que designamos “trágico”.

    La estructura escénica de los dramas de Tespis sería muy sencilla y en ellos el coro debía gozar todavía de un papel primordial. Pero al ampliar la parte reservada a la recitación, dio paso al elemento fundamental del drama: el “conflicto”. Los argumentos no podían complicarse demasiado porque el poeta, el único actor que intervenía, sólo podía dirigir sus palabras al coro y viceversa, no siendo posibles los ἀγῶνες entre distintos personajes. Además no existían todavía los personajes femeninos, puesto que fueron introducidos por Frínico, su discípulo.

    Schadewaldt (13) reconstruyó así el esquema de la antigua tragedia de Tespis: 1º) Prólogo; 2ª) Párodo; 3º) Estásimo; 4º) Episodio del mensajero, compuesto por los siguientes elementos: una corta noticia; reacción emocional del coro con cortas repuestas del mensajero (la forma básica de la esticomitía a modo de κομμός ); una resis más larga del mensajero interrumpida por los lamentos del corifeo o de todo el coro; y salida del mensajero; 5º) Segundo Estásimo, seguido del Éxodo; y 6º) un posible Segundo Episodio, en el que el actor salía a escena con el disfraz del doliente héroe, seguido del Éxodo. Para este investigador “el mensajero es el instrumento antiguo aportado, por medio del cual el suceso épico se vuelve dramático y actual en el drama de la tragedia”.

    Con relación al coro de Tespis, nos parece bastante razonable la hipótesis de que estuviese compuesto por seis miembros, en vista de las ulteriores ampliaciones de sus componentes por otros dramaturgos: Esquilo empleó doce coreutas y Sófocles –que discutía las opiniones de Tespis y Quérilo (no se menciona a Esquilo) en su tratado en prosa Sobre el coro– elevó su número a quince.

    Como primer actor de su “compañía”, Tespis dirigiría todos los detalles de la representación, desde la interpretación, hasta el arreglo de la partes cantadas y la danza (14).

    Además introdujo novedades en el vestuario con la invención de varios modelos de máscaras teatrales, que en unas ocasiones eran muy simples: consistían en recubrir el rostro de los coreutas con hojas de verdolaga o maquillarlos de blanco con albayalde (carbonato de plomo); mientras que en otras introdujo verdaderas máscaras de lienzo.

    El testimonio arqueológico más antiguo de una máscara trágica no se remonta más allá del 470 a. C., es decir, bastantes años después del periodo de actividad de Tespis: se trata de uno de los fragmentos de un enócoe, en el que vemos a un actor, sujetando con una cuerda la máscara de una muchacha, cuyo blanco rostro apoyaría la noticia de que el lino era el material habitual.

    Girard (15) relacionó el uso del color blanco con la invención de las máscaras femeninas, puesto que el pintor Eumares, que vivió hacia mediados del s. VI. a. C. empleó por vez primera el convencionalismo egipcio que reservaba el color oscuro para los hombres y el claro para las mujeres. Tespis, por consiguiente, se habría anticipado a Frínico, poeta al que suele atribuirse la invención de la máscara femenina –en contra de esta interesante observación podría esgrimirse el hecho de que ninguna tragedia de Tespis lleva título femenino–.

    Sus innovaciones escénicas debieron gozar de un enorme aplauso entre el público que, fascinado, podía contemplar y escuchar a los héroes de sus leyendas, menos ajenos desde ese momento a su existencia mortal.

    Desgraciadamente, todos los títulos y los fragmentos de Tespis se hallan bajo la sombra de la sospecha, porque el músico y filósofo peripatético Aristóxeno acusó a Heraclides del Ponto, un sagaz discípulo de Platón, versado en temas científicos y también en Literatura, de haber falsificado tragedias en nombre de Tespis. Sin embargo, desconocemos si se trataba de un mero juego literario o un intento real de falsificación.

    En cualquier caso, no debemos desacreditar a priori los fragmentos conservados, puesto que desconocemos cuáles fueron los títulos falsos. Todo lo contrario. Esta circunstancia no haría sino confirmar la autoridad de la que ya gozaba el nombre de Tespis a finales del siglo V a. C. y que llevó a Cameleonte, discípulo de la escuela peripatética del s. III a. C., a escribir un ensayo titulado Sobre Tespis, donde abordaba la evolución temática del género dramático. Algunos conjeturan que los títulos de las tragedias de Tespis podrían haberse conservado desde el comienzo del festival. El fragmento tercero [...] podría atestiguar incluso un cierto influjo de Tespis sobre Esquilo.

    Entre las tragedias de Tespis, Penteo (único título del que poseemos algún fragmento) integra el primer tratamiento de un mito dionisíaco, inmortalizado después gracias a las Bacantes de Eurípides. Sacerdotes podría abordar (también por primera vez en el teatro) el famoso asunto del sacrificio de Ifigenia. Finalmente, la leyenda de Teseo habría proporcionado el argumento de los Muchachos y de Juegos en honor de Pelias o Forbante, tragedias en las que Tespis, comprometido con su polis, pudo sublimar los ideales políticos atenienses. Juegos en honor de Pelias o Forbante podría constiuir, con bastante verosimilitud, una de las falsificaciones de Heraclides [...].

    En definitiva que Tespis, el poeta, el actor, el director, el compositor, el coreógrafo –cuyas magníficas danzas, al son de las gracias de Aristófanes, todavía hacían las delicias de los vejestorios de finales del s. V. a. C.–, el legendario maestro..., fuese o no el primer poeta de la Tregedia griega, es lo de menos. Lo realmente importante radica en que la posteridad lo consideraba el verdadero padre de la Musa Trágica, y, por ello, su estatua de bronce ocupó un lugar de honor en el Teatro de Dioniso.

    (Francisco Miguel del Rincón Sánchez: Trágicos menores del siglo V a. C. (de Tespis a Neofrón): estudio filológico y literario. Fundación Universitaria Española, Madrid, 2007.)


    De los testimonia que Francisco Miguel del Rincón Sánchez reseña en su libro Trágicos Menores del siglo V a. C. no nos podemos resistir a reproducir el que, en referencia a Solón, recoge Plutarco en las Vidas Paralelas, y que dice así:

    “Comenzaba ya Tespis a poner en marcha la Tragedia, y el pueblo era atraído por la novedad, aunque todavía no había llegado a la rivalidad de los concursos, y Solón, que por naturaleza era amigo de oír y aprender, y que en la vejez se había dado más al ocio, a las bromas y, ¡por Zeus!, a los festines y a la música, contemplaba un drama en el que actuaba el propio Tespis, como era costumbre entre los antiguos. Después del espectáculo, se dirigió a él y le preguntó si no se avergonzaba de haber mentido tanto delante de tanta gente. Como Tespis le respondió que nada había de malo en que aquellas cosas se dijesen y se hicieran por diversión, Solón golpeó fuerte el suelo con su bastón y dijo: 'Si aplaudís y apreciáis así esta diversión, pronto la encontraremos en nuestros contratos'.”

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